Facto diario número 143.
Por qué hoy se conservan calzadas, acueductos, sistemas de saneamiento, anfiteatros, edificios y demas infraestructura romana?
—”Los romanos hacían calzadas buenísimas que han durado más que la carreteras del putísimo PSOE” —decía clavo cuñao mientras empuñaba en la derecha un cubata y en el otro sostenía un mando de la play.
¿Tenía razón?
Pues sí y no. Me explico:
Hace ya casi dos mil años, los romanos habían desarrollado una tecnología por la que incorporaban cal viva y cenizas volcánicas de la región italiana de Pozzuoli (de ahí emadjetivo “puzolanico”) al cemento. Esto retardaba el fraguado pero favorecía que cuando aparecieran fisuraciones la cal viva y la tobermorita presentes en la mezcla puzolanica reaccionaran automáticamente para taparlas, conservando así su estado el hormigón. Por otro lado, las calzadas romanas tenían un terraplén de áridos machacados de gran granulometría, que drenaban el agua de puta madre. Por su parte, las capas superiores se componían de zahorras poco cohesivas y bien compactadas (a mano, eso sí)
Así que si, la infraestructura romana era casi imperecedera, pero, ¿por qué no la replicamos?
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Las cenizas volcánicas de Pozzuoli no se encuentran en todo el mundo, ni son ilimitadas.
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Tanto el hormigón como las calzadas modernas son infinitamente más baratas de hacer, claro que nosotros no contamos con mano de obra esclava (a priori)
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Actualmente prima el tiempo, y el hormigón romano tarda más de los habituales 28 días en fraguar.
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Dinero. Aparte de que en el lobby del hormigón se mueven millones y no sería práctico cambiar de la noche a la mañana el modus operandi, en construcción es usual hacer las obras mal a posta. En numerosas ocasiones la puesta en obra es deficiente porque los ingenieros y los obreros se ponen de acuerdo en hacerlo todo mal. Piensen que dentro de veinte años les seguirá haciendo falta alimentar a sus familias, así que necesitan asegurarse tener un trabajo de mantenimiento o renovación en el futuro. Por ejemplo, conocí a un encargado de ADIF que me confesó que ha licitado miles de obras de forma ilegal. El era inspector de infraestructura y cuando iba a la obra a revisar el estado de las vías o el balasto, el jefe de obra, a menudo amigo suyo, le invitaba a comer o le hacía algún regalillo o le pasaba algún sobrecillo (estamos hablando de millones de euros) a cambio de que, por ejemplo, el ensayo proctor lo hiciera en una parte concreta del balasto, donde el jefe de obra sabía que el material iba a cumplir.